domingo, 28 de septiembre de 2014

El Vasa




  Eva Vera




El navío sueco Vasa se construyó entre 1625 y 1628 por orden del rey Gustavo Adolfo II Vasa, con el objetivo de ser el buque de guerra más grandioso construido nunca por la armada sueca. Su misión era navegar hasta Polonia, en guerra con Suecia. Tenía 69 metros de eslora, 11.7 de manga y 52 de calado aéreo. Pesaba 1200 toneladas, podía llevar hasta diez velas y contaba con 64 cañones, la mayoría de los cuales lanzaba balas de unos 11 kilos. En su construcción trabajaron más de 400 personas y su dote era de unos 150 marineros y 300 soldados. Unas 1200 esculturas de colores llamativos (sobre todo, oro) lo decoraban sobre un fondo rojo, típico de la realeza sueca. En resumen: era toda una declaración de intenciones.

Pero el Vasa no es conocido por todo eso, sino por un hundimiento que pudo haber sido previsto. Durante su construcción, los planos tuvieron que cambiarse sobre la marcha, ya que el rey ordenó que se construyera una fila extra de cañones a la planeada en un principio. Esto significaba que las medidas originales del barco ya no eran válidas, con lo que los constructores crearon una aparente solución de dos cubiertas para cañones.  Como consecuencia, el peso de la parte superior hacía inestable el barco y se llenó el fondo del barco con 120 toneladas de piedras. Aunque eso no sirvió de nada. Durante las pruebas de estabilidad, 30 trabajadores corrieron de un lado a otro del barco comprobando que no era todo lo estable que debiera, pero nadie se lo comunicó al rey. El problema era que el barco era demasiado alto en comparación a su manga, y el centro de gravedad era demasiado alto.

El 10 de agosto de 1628 todo estaba dispuesto para que el Vasa estrenara un nuevo capítulo en la historia naval de Suecia. Y así fue. El buque zarpó del puerto de Estocolmo y, tras dos ráfagas de viento que provocaron que se inclinara, le esperaba el peor destino posible: hundirse tras navegar apenas 300 metros en menos de veinte minutos. El agua empezó a entrar por los cañones (que debían ir cerrados, pero al rey le gustaban más así), y el barco se hundió llevándose consigo a treinta de los 200 miembros de la tripulación. Tras investigar lo ocurrido, se llegó a la conclusión de que había sido una sucesión de incidentes desafortunados.

         Unos 40 años después de su hundimiento, se recuperaron 61 de los cañones, todos de más de una tonelada. Pero no fue hasta abril de 1961 que el barco fue reflotado, y se comprobó que prácticamente toda su estructura original se conservaba. En los años 80 se construyó un museo para albergarlo, que actualmente es el más visitado de Suecia, con alrededor de un millón de visitantes al año. Hasta entonces, el Vasa no tuvo más que problemas de conservación: 333 años bajo el agua no permiten un cambio tan brusco. Y aquí llegamos a un punto muy interesante de esta historia.
        
         Según podemos leer en la propia página del museo, al principio se roció el Vasa con agua mientras los expertos dilucidaban la mejor manera de conservarlo. Se eligió como conservante el polietileno glicol, un producto ceroso soluble en agua que penetra lentamente en la madera y reemplaza al agua. Se roció con esta solución durante varios años.
Y continúa… mientras estuvo sumergido, los pernos de hierro se oxidaron y ennegrecieron la madera de roble. Al final, sólo permanecía unido por espigas de madera. La contaminación del agua formaba grandes cantidades de sulfuro que penetró en la madera. En la actualidad, dicho sulfuro comienza a reaccionar con el oxígeno, lo que provoca la formación de ácido sulfúrico. El ácido ataca la madera, si bien no es nocivo para los visitantes del museo. Por lo tanto, la investigación para la conservación del Vasa sigue en marcha.

 Es por esto que se recomienda conservar in situ las embarcaciones antiguas. Además, el desembolso de dinero que ello supone es enorme, no sólo por la ampliación que se ha llevado a cabo en el museo, incapaz de soportar tantos visitantes, sino porque la conservación va a ser constante pero nunca definitiva. Se han hecho más de mil pruebas en las pinturas sólo para saber si el color de fondo era rojo o azul. Y eso sólo para la pintura de fondo. También se está estudiando sustituir los pernos de hierro (que son 5000) debido a la oxidación que están sufriendo por el ácido sulfúrico. Lo que lo conservaría pero no de manera original.


El museo asegura con toda lógica que la preservación del Vasa depende por completo de una atmósfera estable, y más de un millón de visitas al año desde luego no lo es. Desde luego, ha de ser una visión impresionante la de poder contemplar este buque tan espectacular, pero quien sabe si podrá conservarse para siempre.




           




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