Omayra Gorostidi Eibar
Mayo de 2012, casi un año después
de terminar los estudios de restauración y conservación de bienes culturales.
Con tiempo libre extra y unas ganas enormes de trabajar se te ocurren miles de
ideas, si tienes valor y voluntad para ponerlas en marcha solo puedes ganar.
Soy sincera: lo que me gusta es
viajar, conocer gente y aprender. A tener en cuenta, no tengo mucho dinero.
2+2=4, ¡ya está! ¡¡Voy a ofrecer mis
servicios en centros de arqueología y restauración-conservación subacuática del
extranjero!! Lo del extranjero es principalmente porque en España, al ser
públicos los museos, necesitas un convenio con el ministerio. Y este papelito
se suele demorar temporalmente más de la cuenta.
Tenía
ahorrado cierto dinero y tenía entendido que en algunos centros te ofrecían el
alojamiento gratis. Me puse a investigar. Y la verdad es que la primera en la
frente. Conseguí el mail de la directora del Institute of Nautical Archaeology
– Turkey, Miss Tuba Ekmekci, y le envié un mail preguntando si era posible ir
una temporada con ellos y trabajar en el laboratorio de conservación “Nixon
Griffis”. Contestación…. ¡AFIRMATIVO! A partir de ahí, dos mail más para
concretar fechas y tutorizaje, así como condiciones (alojamiento por parte de
ellos, comida y viaje de mi bolsillo, realización de fichas y trabajos en el laboratorio
y en el museo de arqueología subacuática…) y poco más tarde estaba de camino.
Una vez allí, después de un viaje
con montones de escalas de avión, barcos, autobuses, nervios, tres idiomas,
aduana… todo era perfecto. El emplazamiento del INA se sitúa encima de una
montaña cerca de la ciudad, con unas vistas magníficas y unos jardines verdes
perfectamente cortados. El edificio central abarca el laboratorio de
conservación, despachos, sala de dibujo, biblioteca, zona de húmedos y
almacenaje. Las habitaciones se sitúan a 15 metros en otro edificio. A parte,
hay que sumar un montón de edificios más por todos los alrededores de la zona en
los que hay carpintería, almacenaje de material, almacenaje de los equipos de
buceo, piscinas de impregnación y desalación…
Hay
bastante gente contratada fija en el Instituto: la directora, los arqueólogos,
las restauradoras, la dibujante, la bibliotecaría, los seguratas… A esto hay
que sumar la familia de gatos que se reproduce constantemente y la gente de
prácticas que va y viene, tanto de arqueología, como de arqueología subacuática,
como restauradores. Todos conviviendo juntos en el centro principal. También
van y vienen, casi todos los viernes, los magnates, famosos y adinerados que
donan dinero y material al museo o que simplemente están interesados en ello.
Así que de vez en cuando viene la tele o la prensa para hacer publicidad al
respecto y sacar una buena imagen.
El edificio residencia es enorme
y hay capacidad para un montón de personas. Varios baños en todas las plantas y
una cocina comunitaria para que puedas preparar tu comida. También lavadora.
Internet debajo del árbol. Durante el verano suele estar lleno de gente
interesantísima y con ganas de currar. Pero a partir de septiembre, cuando
todos vuelven a sus respectivos estudios, el edificio se queda solitario. Es confortable
hablar con gente de otros países, tanto del trabajo como de placer, y aprender
mutuamente el uno de otro.
Era domingo cuando llegué, así
que trabajando no había nadie. Tuba vino a recibirme, todo un detalle, y me
instaló en la habitación “Cabo Gelidonya” ;-) con otras dos chicas que venían
de Texas. Normalmente en estas instalaciones solo vienen estudiantes en
prácticas que han estado estudiando en la escuela de Texas. Al día siguiente
empecé la jornada y sería así por tres meses más.


La vida en Bodrum, que es donde
se sitúa el INA-Turkey, es comparable al “Salou español”. Un montón de
turistas, tanto turcos como del norte de Europa que vienen con sus yates y su
dinero a gastar y disfrutar de las fiestas y discotecas. La comida es
excelente, nunca he probado un mejor arroz-arroz, es decir, sin nada de
acompañamiento, solo arroz. Los dulces, la carne… se me hace la boca agua. Y no
olvidar las saunas, los bares, ¡la gente! Turcos guapísimos y unos caballeros.
¡Y el mar! Agua cristalina con un montón de vida y abundantes pecios visitables.
Qué inmersiones tan maravillosas. Todo en un clima muy mediterráneo.
Los alrededores también son
inmejorables, sitios preciosos, patrimonio de la humanidad. Éfesos, Pamukkale,
Afrodisias, Hierápolis, Izmir… Vale la pena caminar entre sus ruinas, disfrutar
de su ambiente, sentirte pequeña ante tanta grandiosidad, pensar en el pasado y
en el futuro, ¡dos mil años! Se dice rápido, pero si calculamos una media de
vida de 50 años son 40 generaciones atrás. Qué pasada.
Y bueno… os podría dar
información a patadas, anécdotas de todo tipo, experiencias y sentimientos,
pero lo único que quiero conseguir con estas palabras es animaros a que abráis
puertas y a quitaros los posibles miedos. Qué vosotros seáis ahora los que
realicéis el viaje y que nadie os lo tenga que contar. Yo he aprendido un
montón, tanto de cómo se deben de hacer las cosas, como de cómo no se deben de
hacer las cosas, y no solo en el trabajo, también en la vida. Aprovechar la
situación. Adquirir experiencia es esencial. No lo dudéis y dar el paso. Como
dice el saber popular “el no ya lo tienes”, así que echarle voluntad y
preguntad.
Un besazo para toda la gente que me acompañó en esta magnífica
experiencia y toda la gente que la hizo posible. Seguro que coincidiremos de
vuelta.
Para cualquier duda, comentario, solicitud de mails, etc. os
podéis poner en contacto con migo en el mail: omayra.ge@gmail.com
Que bello, Omayra. Estoy muy orgullosa de tí. Sigue adelante. Bego
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