Génesis García. Vocal Junta Directiva AdARQUA
PRIMERA SECUENCIA
En la zona residencial de Stabia,
con el Vesubio y la Bahía de Nápoles al fondo, y en el jardín del
Centro de Estudios Vesubianos donde nos alojamos, el profesor José María
Luzón Nogué, en adelante Luzón, antes de partir hacia la Villa di San
Marco, nuestra primera visita, nos explica...
En el momento de fotografiarlo no
podíamos saber que, en efecto, Luzón se nos iba a recortar todo el
tiempo frente al Vesubio, iba a ser el hilo conductor de nuestro viaje a
dos bandas: como guía de excepción, ya que en Pompeya cada año dirige
las excavaciones de la Villa Diana Arcaizante, y como catalizador de las relaciones y conversaciones del grupo, que en él convergerían.
Siempre por intermediación cordial de nuestras acompañantes de la Federación Española de Amigos de los Museos, Adriana Galdiz y Paula Gil, a quienes os presento abriendo este reportaje junto a Paolo Gardelli, arqueólogo invitado por Luzón y uno de esos jóvenes italianos que hacen patria por su cultura y su caballerosidad: no en vano el también, como todos ellos, aprenden a leer en La Divina Comedia.
Desde Cartagena, representábamos a
la Asociación de Amigos del Museo de Arqueología Subacuática, Dolores
Martínez Balsalobre y yo misma, Génesis García, aquí pensando quizá como
en esta villa murió Plinio el Viejo, mientras descansaba de la terrible
experiencia de haber atravesado, en los barcos a su mando, la Bahía de
Nápoles bajo la erupción del Vesubio. La que, en el año 79, ladera
abajo, enterraba bajo fuego, polvo y lava a Pompeya y Herculano.
Mirando las pinturas que quedan en las paredes, es preciso reorganizarse mentalmente para pensar que no estamos en el Renacimiento, que no estamos en el Barroco, que no estamos en la primera mitad del el siglo XX, que estamos allí, sumergidos en un tiempo que el Vesubio nos ha devuelto paradójicamente congelado. Esas pinturas bien pueden ejemplificar lo que digo, mentira parece que pisemos este suelo bajo tierra, tal como era en aquel bullicioso siglo I, desde el que 2.000 años han pasado.
SEGUNDA SECUENCIA
Empezamos en Pompeya el día
siguiente, la ciudad fenicia, magna griega y finalmente romana, donde la
historia te contempla haciendo realidad el viaje en el tiempo
simultáneo, que si algunos lo intentan más allá de las estrellas,
nosotros lo logramos más acá de las piedras.
Pompeya es piedra, urbanismo,
mercado, tabernas, política, eclecticismo religioso, intercambio oriente
y occidente. Todo de una, en la misma inmersión. Y Teresa López hizo esta fotografía de una entre decenas de tabernas pompeyanas.
... y Dolores Martínez Balsalobre
hizo la siguiente a Teresa López, abismada como estaba en estos
interiores pompeyanos nos ofertan a la vista, al tacto, a los sentidos y
a la reflexión.
Una reflexión que no evoca el sic
transit gloria mundi de nuestro desengaño barroco, sino la alegría
atrapada de un tiempo que fue bullicio, actividad, comercio, dioses,
eclecticismo, política, foros, tabernarias, arte, teatros y anfiteatros,
bulla y diversión.
La ocasión de fotografiar el
grupo la dio ni más ni menos que la Necrópolis de Pompeya, aquella donde
Goethe pensaba en romántico, antes de hacerse ilustrado, sobre el
extraordinario caso de que la gran desventura vesubiana tanta ventura
nos ha resguardado.
Y
de vuelta por el Foro donde Vespasiano fue honrado con el sacrificio un
toro oriental y mistérico que regara con su sangre las vides y
fertilizara por sus testículos derramados el grano fértil en tierra.
Hasta que, teatros y calles y plazas y necrópolis y tabernas y
panaderías fueron quedando atrás y el Anfiteatro nos despidiera, varios
metros bajo tierra.
En el Palacio de Popea, en Oplonti, otra ciudad bajo lavas, empezamos la mañana del último día de estancia.
Yo me dediqué a buscar hueco tras
hueco, vano anunciando otro, una secuencia de ventanas, agua, luz y
vegetación que era en el tiempo don de la buena vida, espacios
interiores umbrosos y naturales, puertas que anuncian otras y ventanas
que recortan las siguientes.
Y casas, y calles, y tabernas, y
puertas y aleros y balcones y caballos alocados, y trabajos de Hércules
de los que queda la Hidra, y maderas carbonizadas que siguen
adintelando las puertas y nos recuerdan que hasta las aguas mudaron en
fuego apocalíptico.
DESPEDIDA DE LOS BALBOS
La lluvia nos despidió
haciéndonos gracia del donaire del memorial en piedra de aquel Balbo que
en Herculano, mirando su puerto, se acordaba de Gades. ¿O no era de
nuestros Balbos? Bueno, una cosa es segura, todos eran Baales, dios
fenicio que, junto a su esposa Astarté, alegraban las primaveras de los
navegantes que, entre el Indo al Guadalquivir, nos surcaban vía Creta.
Hemos visto tanto y aprendido tanto y disfrutado tanto que no cabe más.Y con nuestras diosas tutelares
saliendo de la escena envueltas en colores, cerramos este reportaje,
evocado bajo la lluvia que nos iba bendiciendo por las calles de
Herculano, haciendo el color metálico de sus instalaciones más definido e
intenso, más gris plomo, más magenta, más negro en sus maderas
carbonizadas y más brillante en su empedrado soberbio.
Gracias, Paula y Adri, amigas de los amigos de los Museos de España!
Y VUELTA Y FINAL
Y ya de vuelta, parada en Nápoles, la sorpresa y
el impacto y la potencia de la hirviente ciudad tan española, la que en
su Museo guarda las arqueologías vesubianas, donde pusimos punto final y
broche milenario a este viaje.
Que el Vesubio, bajo fuego, lava y polvo, con lo mismo que nos amenaza, del tiempo nos cura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos un comentario.
¡¡Gracias por participar!!