Rafael Hernández
Te
veo, isla, como un todo
un
gajo de tierra desligada de esta tierra
y
unida a ella por el contacto
de
unos pies dignos de amor por ello.
Me
veo como un náufrago
arribando
a ti, isla, con las manos desnudas
con
el solo deseo de nombrar los lugares que conocerá
y
una vez reconocida
con
la intención de trabajar tu tierra amada
tu
madre mar
con
las manos desnudas
y
crear en ti, isla,
algo
que aunque humilde pueda llamar hogar
¿Qué
hay de malo en ello?.
Para
llegar hasta ti, isla,
una
a una he desposeído todas mis capas de acero
uno
a uno he tirado todos mis yelmos
hasta
la última de mis corazas han sido olvidadas
en
el mar de tiempo que nos ha separado.
Y
así, desnudo, con las manos abiertas me doy a ti
desprotegido
como nunca lo he estado
expuesto
como nunca antes había querido estarlo
y
sin miedo
¿Qué
hay de malo en ello?
¡Di!…
¡Háblame!…
Ninguna
palabra hueca puede hacerme ya daño
ningún
frío puede ya helarme
ningún
silencio puede herir de muerte mis costados
ninguna
mirada apartará de ti mis ojos
¡Ven!…
¡Acógeme!…
No
voy a quebrarme
tampoco
voy a desaparecer si lo haces
aquí
estoy náufrago expuesto en la orilla de tu playa
¡Invítame
a entrar en tu espesura!
No
he venido para conquistarte isla.
No
he venido para herir tus árboles.
No
he venido para deshonrar tus aguas.
No
he venido para pisotear tus flores.
Solo
he venido a habitarte…
Tiernamente…
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