Julian Moyano di Carlo
Cuando
uno llega al Mar Menor y ve asomar,
entre los esperpenticos edificios de La Manga, la silueta de Isla Grosa
se da
cuenta que está en un lugar especial. Al acercarte con el barco
compruebas que el sitio tiene una magia única. Punto de referencia para
la navegación
desde la antigüedad la isla se impone ante los navegantes que pasan por
la
zona.
El proyecto Isla Grosa es un ambicioso
proyecto de arqueología que cubre todas las facetas en las que un arqueólogo
puede o debería incursionar: investigación, formación y difusión. De practicas
en agua para estudiantes a visitas para buceadores deportivos pasando por
talleres para niños. Un proyecto con todas las letras.
El equipo de dirección esta conformado por jóvenes
arqueólogos (Carlota Pérez-Reverte, Felipe Cerezo y María Intxaustegi)
respaldados por la experiencia de Juan Pinedo Reyes, que en esto de la
arqueología subacuática poco le queda por hacer.
En dos turnos de dos semanas un total de 13
alumnos se formaron bajo sus mandos. Un servidor ha tenido el privilegio de ser
uno de ellos.
En este curso se aprende y mucho. Por las mañanas
en el agua se realizan, con el correspondiente bocata de por medio, dos
inmersiones sucesivas. Una vez en el fondo, disfrutando de una visibilidad
inmejorable, se comienzan los diferentes trabajos: prospecciones por calles,
prospecciones polares, dibujo, etc. Por la tarde, pasada la siesta de rigor, se
realizaban clases distendidas de los temas más variados (arquitectura naval,
vehículos autónomos subacuáticos, metodologías de prospección mediante GPS,
etc.) con profesionales del primer nivel. Pero por si fuera poco uno aprende
cosas tan elementales y al mismo tiempo tan imprescindibles como hacer nudos, montar
un cuadro de dibujo, realizar maniobras marineras o sobrevivir a dos robos
sucesivos de boya.
Planimetria de una prospección polar.
|
|
Recuerdo que el primer día del curso Juan me
decía: "tenemos que hacer de este curso un curso vivo". Ya lo creo que lo fue. Uno
se quedaba con la sensación de que aprendia desde el momento que abría los ojos a
las 6:30 de la mañana hasta el momento en que los cerraba para irse a dormir.
Bueno, admito que en los primeros treinta minutos previos al desayuno no se
aprende mucho pero no es cuestión de entrar en detalles. Por lo demás uno
se siente como en casa. Eso se debe a que la altísima calidad científica del
grupo es superada por la inmensa calidad humana de la gente que lo compone.
.
Por todo ello no queda más que dar las
gracias:
A Juan por toda la experiencia trasmitida,
por el trato inmejorable y la paciencia infinita. Perdón por "pensar bajo
el agua" y por la navaja perdida.
A Carlota, Felipe y María por enseñarnos todo
lo que sabían de la manera más cercana posible. Por poner siempre una sonrisa
ante nuestros desastres evidentes. Por no regañarnos incluso después de haber
perdido una cantidad suficiente de boyarines como para unir Isla Grosa con
Cartagena.
A Tico, patrón donde los haya, por la
paciencia inagotable ante nuestra inexperiencia marinera. Por cuidarnos
mientras estábamos bajo el agua. El también
hace arqueología.
A Eneko por alimentarnos, incluso de mas,
cuando el estómago empezaba a apretar. Por su buen rollo constante. Por la
buena música que se escuchaba en la cocina. Bueno no, por eso no.
A los compañeros/as con los que tuve el placer de compartir la experiencia (Marta, Celia, Omayra, Jose, Bau, etc.). Por la buena
onda y por esos cantos de camino a la isla que a uno le levantaba el ánimo en
plena madrugada.
Este artículo fue originalmente publicado en el Blog del autor, Gelindoya. Si te interesa la Arqueología Subacuática, te recomendamos que lo visites.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos un comentario.
¡¡Gracias por participar!!