Ana Parres
Si me detuviera a
analizar la estabilidad estética del mar y de la fotografía, no dejaría de
encontrar paralelismos dentro de todas sus diferencias. Podríamos abrir un
debate sobre si es o no el mismo mar que conocieron nuestros abuelos, si ha
cambiado a mejor o a peor o si sigue siendo el horizonte donde siempre nos
rencontramos con nuestra existencia. También podríamos debatir sobre si la
fotografía es eterna y capta la vida o si por el contrario nos deja con la
sensación de que sólo son segundos en un espacio efímero. Podríamos abrir ese
debate. Podríamos, pero no lo haremos. Porque puede que todo sea una excusa
para hablaros de la obra de Hiroshi Sugimoto.
Puede que el motivo sea que la fotografía es uno de mis lenguajes
favoritos o porque siento una unión emocional al mar o porque tal vez, el
artista es una de las figuras más relevantes de la fotografía actual.
A
pesar de haber estudiado Políticas y Sociología, Sugimoto se licenció en Bellas
Artes en los Ángeles y después se
trasladó a New York. Allí comenzó su carrera realizando sobre todo, series
donde siempre encontramos una belleza quieta pero que parece tener movimiento.
Una belleza de formas y líneas simples donde utiliza los contrastes de un modo
magistral.
Aegean Sea, Pillon, 1990
Seascapes, es la serie que el artista dedica al mar. Una serie de 23 fotografías que habla del
concepto del umbral. De la condición fronteriza del horizonte donde el aire y
el mar se tocan y donde los límites de cada uno son difusos. Siempre en el fin
de algo, en el límite del todo y la nada.
Son sus paisajes del mar, sus
“viajes por los mares antiguos del mundo”. Su manera de rendir homenaje a la
inmutabilidad.
Cascade River, Lake Superior, 1995
Comenzó esta serie en 1980 y la finalizó en 2003. Podemos
encontrar imágenes del océano Ártico,
Cliffs of Moher, la
Costiera Amalfitana,
el mar de Tasmania, el Mar Negro, el Caribe Jamaicano, el Mármaro de
Silivli, etc. Por el contrario de lo que se pueda pensar, su obra no refleja
lugares como tal, no es un testigo geográfico,
sino que conecta esos espacios en una especie de capsula del tiempo
donde cada fotografía repara en los pequeños detalles que componen la escena:
la luz, la sombra, la materia y el agua. Todas ellas hacen protagonista a la
línea, al horizonte que es el corta el mar y el cielo. Y así la fotografía se
divide en dos escenarios. Que son, sin
duda el encuadre magistral de Sugimoto.
Baltic Sea, near Rügen, 1996
Fotografías en blanco y negro donde todas tienen la misma
hechura. Unas obras producidas por su
cámara de gran formato 8x10 y por sus largas exposiciones. Utiliza esa técnica
para ser actor y director de la escena. Las largas exposiciones le permiten
captar todos los detalles a la vez que pasa el tiempo, con el compás real que
marca el reloj. El color ausente que hace malabares con la luz o la disposición
de los volúmenes como si estuviéramos hablando de una forma
arquitectónica.
North Atlantic Ocean, Cape Breton, 1996.
Los mundos marítimos de Sugimoto son un mundo aparte, como
si algo le separase del resto del mundo y no quisiera reencontrarse con la
vida. Son fotografías que evocan misticismo y emoción y que no te dejan apartar
de ti mismo, esos dramáticos
pensamientos del mar bravo que engaña con poco movimiento, que parece estar
planeando algo bajo sus olas quietas.
Sea of Japan, 1997
Los de Sugimoto son mares dadaístas, sin sentido y de los que no
podemos llegar a comprender toda su dimensión.
O como dijo Gabriel García Márquez en
Relatos de un náufrago, “Mi primera impresión fue la de estar
absolutamente solo en la mitad del mar”. Y es que el mar puede no cambiar, pero
nos cambia. Tiene esa fuerza poderosa que arrastra sólo con ser representada.
Es paisaje y experiencia.
Es Hiroshi Sugimoto.
Aquí les dejo con él.
No hay duda de que este artista se mueve entre lo conceptual y la experimentaci'on dotando a su fotograf'ia de gran fuerza visual para los ojos que tengan el gusto de apreciarlo desde esa simplicidad pura.Gracias Sugimoto por tu sentido est'etico y gracias Ana Parres por haberle dado cabida aqu'i.
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